miércoles, 23 de noviembre de 2022

Mi «Top Five» de novelas de ciencia ficción (2022)

Siguiendo el ejemplo de mi amigo Ignacio Illarregui (y también de los colaboradores de C Julián Díez, Carlos Morgenroth, Mario Amadas, Adolfina García, Alfonso García, Ekaitz Ortega, Santiago L. Moreno y Fernando Ángel Moreno), he actualizado mi Top Five de novelas de ciencia ficción, que data de 2013.

No incluyo antologías, obviamente, pero sí fix-ups, por los que siempre he tenido cierta debilidad. Dejando también al margen bilogías, trilogías y «enelogías», como los dípticos formados por Hyperion y La caída de Hyperion (Dan Simmons) o La estrella de Pandora y Judas desencadenado (Peter F. Hamilton), la trilogía de Thistledown de Greg Bear (t.c.c. «La Vía», formada por Eón, Eternidad y Legado), la saga del Centro Galáctico (Gregory Benford) o El Libro del Sol Nuevo (Gene Wolfe), entre otras cosas, confeccioné una corta lista de títulos de los últimos 40 años, con el fin de facilitarme la tarea de elegir sustitutas para dos novelas (2) que habían perdido su posición en mi particular ranking de favoritas del género.

Esta vez, la primera elección ha sido fácil; para la segunda, he tenido que repasar y meditar largamente.

Pero vayamos por orden. La última vez que compartí en público mi Top Five, hace nueve años, era así:

  1. «Pensad en Flebas» (Consider Phlebas), de Iain M. Banks (1987).
  2. «Vurt», de Jeff Noon (1993).
  3. «Invernáculo» (Hothouse), de Brian W. Aldiss (1962).
  4. «Naufragio» (Shipwreck), de Charles Logan (1975).
  5. «La mano izquierda de la oscuridad» (The Left Hand of Darkness), de Ursula K. Le Guin (1969).

Para empezar, he dejado caer a Naufragio. Me sigue pareciendo notable y la recuerdo con emoción, pero en la última década he leído unas cuantas que son mejores y, sobre todo, me han gustado más, que es de lo que se trata. En su lugar he elegido un fix-up que me maravilló en su momento y me sigue trayendo gratos recuerdos desde que lo leí, allá por el verano de 2015: Diáspora, de Greg Egan.

Diáspora me parece mejor que Naufragio con diferencia, aunque debo reconocer que al principio me costó entrar en la historia. El comienzo me pareció muy complicado y, francamente, para alguien de letras como yo, un latazo. (Vale, es hard science fiction, o sea, ciencia ficción “dura”..., “durísima”, vamos; yo creo que aquí hard se podría traducir, con más propiedad, como “difícil”).

Afortunadamente, la edición de AJEC se benefició de la corrección de estilo de Sergio Mars. Me imagino que su labor resolvió bastantes problemas; la traducción debió de ser muy compleja y sospecho que, sin la colaboración del escritor valenciano, la cosa podría haber sido un tremendo quilombo.

En fin, menos mal que insistí. Después de los primeros baches teóricos, la historia me fue atrapando más y más, casi sin poder soltar el libro, hasta completar su lectura en una especie de éxtasis místico, completamente encandilado.

Diáspora tiene momentos memorables, desbordantes de maravilla, que agradecí especialmente después de la pequeña decepción de Zendegi (2010), mi anterior lectura de Egan, de la que esperaba mucho más tras leer la excelente Ciudad Permutación (1994) y la antología Axiomático (1995), una de las más importantes de los años 90. Sin entrar en spoilers, flipé con lo de las alfombras de Wang (fascinante), con la estatua de los Transmutadores (me voló la cabeza) y otros portentos imaginativos que se van desgranando en la novela.

Como he señalado, al principio pensé que tendría que estudiar física para poder entenderla, pero Egan se las arregla para ir preparándote a medida que vas leyendo, explicando las cosas sin excesivos info-dumps que, personalmente, suelo detestar (es una de las razones por las que no suelo aguantar a Kim Stanley Robinson, por ejemplo). Egan es de los que instruyen deleitando, al menos en esta novela.

No es una novela perfecta, ni mucho menos; tiene el problemilla del comienzo excesivamente árido, el fix-up impone cambios muy acusados tanto en la trama como en el ritmo, que quizá se acelera demasiado en el último tramo... Pero a mí me encantó.

En fin, tras el primer cambio la cosa quedaba así:

  1. «Pensad en Flebas» (Consider Phlebas), de Iain M. Banks (1987).
  2. «Diáspora» (Diaspora), de Greg Egan (1997).
  3. «Vurt», de Jeff Noon (1993).
  4. «Invernáculo» (Hothouse), de Brian W. Aldiss (1962).
  5. «La mano izquierda de la oscuridad» (The Left Hand of Darkness), de Ursula K. Le Guin (1969).

Después de esta primera enmienda estuve pensando mucho en el asunto, buscando obras que me hubiesen gustado especialmente y tratando de imaginar si las que me entusiasmaron en su día lo harían hoy en la misma medida. Hay libros que, en su momento, no me satisficieron mucho y que, con los años y las relecturas, han acabado pareciéndome magistrales, como Excesión (Excession, 1996), de Iain M. Banks (uno de mis escritores favoritos), y otras que me fliparon de jovencito y ahora me parecen buenas, sí, pero como tantas otras.

Creo que un buen ejemplo de esto último es la primera novela que he retirado en esta ocasión de mi Top Five: Naufragio, de Charles Logan, reemplazada por Diáspora. En su día, siendo aún adolescente, la primera y última novela de Logan me emocionó tanto que, en el instante de acabarla, me puse a releerla. Hoy en día, no estoy seguro de que hubiera reaccionado así. Probablemente, no.

Después de encargarme de Naufragio me quedaba hacer otro cambio, el más difícil: Invernáculo, de Brian W. Aldiss. Sigue siendo una de mis predilectas, pero hay otras que pondría al mismo nivel y que podrían haber estado en su lugar perfectamente.

El primer ejemplo que me viene a la cabeza es El Señor de la Luz, de Roger Zelazny, que ya estuvo en su día (hace muchos años) en mi Top Five. Ahora que lo pienso, podría publicar otra entrada titulada «Novelas de ciencia ficción que no están en mi Top Five de favoritas pero podrían caber perfectamente en mi Top Ten» y meterla ahí. Y otra con el título «Novelas de ciencia ficción que no están en mi Top Ten de favoritas pero podrían caber perfectamente en mi Top Fifty». Y así hasta las 1000. Igual lo hago. (Nope).

Voy a comentar, eso sí, dos de esas novelas que han estado a punto de entrar en mi Top Five; creo que merece la pena detenerse un poco en ellas. Y también, de paso, otro par de obras importantes que, por razones ajenas a su calidad, no han llegado a calarme como podrían haberlo hecho (a pesar de tener todas las cosas que más me suelen gustar) y que, por tanto, no están entre mis cinco preferidas (perdón por insistir, pero os recuerdo que no se trata de las que me parecen mejores, sino de las que más me gustan a mí).

Probablemente la más importante de estas últimas (y una de las mejores, en general) sea Cismatrix, de Bruce Sterling.

No es Cismatrix, soy yo. La novela es fenomenal y tiene todos los ingredientes para encantarme. Estoy seguro de que, si la hubiese leído con 18 años o así, llevaría desde entonces en mi Top Five. De hecho, leí algunos cuentos de Sterling en mi juventud, gracias a la antología Crystal Express (Ultramar, 1992), que siguen siendo de mis favoritos.

Entonces, ¿cuál es el problema? Simplemente, que la pillé muy tarde. Originalmente publicada en 1985, no apareció en España hasta 20 años después. Demasiado tiempo, lamentablemente. En el ínterin, varias novelas grandemente influenciadas por Cismatrix (y también por los cuentos ambientados en el mismo universo) fueron apareciendo en nuestro mercado y, cuando la seminal novela de Sterling apareció por fin, la fiesta ya estaba terminando y mucho nos sonaba a repetido, cuando en realidad, en su momento, fue una gran pionera. Una pena, la verdad.

Otra novela seminal muy importante que no pude apreciar como es debido es ...Y mañana serán clones (The Ophiuchi Hotline, 1977), de John Varley.

En este caso no fue el libro lo que llegó tarde, sino yo. ...Y mañana serán clones es un fix-up de varios relatos y, antes de poder conseguir el libro (cosa que no fue fácil, porque no se había reeditado desde 1978 y los ejemplares disponibles eran muy escasos), ya me había leído casi todo en distintas antologías y revistas. Si no, probablemente sería de mis favoritas, porque tiene también todo lo que me suele entusiasmar. Por ponerle un pero, quizá se le vean demasiado las costuras al fix-up... No sé, realmente no puedo juzgarlo adecuadamente, porque mi lectura de la novela estuvo condicionada por el hecho de haber leído y releído los relatos que la conforman durante más de veinte años. Lo que sí puedo decir es que esos cuentos (y otros trabajos de Varley que no forman parte de su universo de los Ocho Mundos, como la novela corta La persistencia de la visión) me siguen pareciendo de lo mejorcito (mención especial para El fantasma de Kansas, que es uno de mi relatos* favoritos).

[*Aquí uso la palabra «relato» con el sentido de cuento largo, el equivalente a novelette en inglés].

Dicho esto, a modo de justificación, por si alguien se pregunta por qué no están en mi quinteto preferido Cismatrix o cualquier otra novela (generalmente, por haberla leído en condiciones desfavorables o, simplemente, por habérseme escapado), pasemos ahora a esas novelas que sí han estado a punto de reemplazar a Invernáculo en mi Top Five.

Hay muchas novelas magníficas que podría haber escogido. Pensando en ello he recordado un montón de títulos, la mayoría del siglo XX. Sin ir más lejos, las ya mentadas Excesión y Ciudad Permutación. Sin embargo, por mucho apego sentimental que tenga por estas y otras novelas del siglo pasado como Los genocidas (Thomas M. Disch, 1965), Neuromante (William Gibson, 1985), Cyteen (Carolyn J. Cherryh, 1988), Un fuego sobre el abismo (Vernor Vinge, 1992), La Era del Diamante (Neal Stephenson, 1995), La quinta cabeza de Cerbero (Gene Wolfe, 1972) y muchas otras, sobre todo de los años 80 y 90, tengo que reconocer que el presente siglo me ha dado algunas lecturas maravillosas, que no tienen nada que envidiar a sus prestigiosas predecesoras y que, en algún caso, superan a casi todas en mi preferencia.

Una de ellas es El Río de los Dioses (2004), del británico Ian McDonald.

El autor nos pinta un mundo terriblemente fascinante en un entorno bastante exótico, una India futura (el río de los dioses del título, lógicamente, es el Ganges) en la que está a punto de armarse una buena marimorena.

Ian McDonald piensa a lo grande. Movidas tochas, que no falten. Esta novela tiene de todo, pasa de todo, es un no parar. Esta es una de las características que me atraen particularmente, que pasen muchas cosas. Y que haya algo muy gordo en juego, también. Aquí lo hay.

Personajazos que se ven atrapados en la historia, metidos en jaleos, uno detrás de otro. Ritmo frenético. Lucha, conflicto. Drama. Variedad, inventiva. Todo eso me encanta. Todo eso lo hay en Cismatrix (que lamentablemente leí a destiempo, como ya he contado) y en muchas de mis novelas favoritas como, sin ir más lejos, Pensad en Flebas.

Al final todo confluye, como los afluentes de un gran río. Ver cómo el aparente sindiós adquiere sentido es muy satisfactorio. El Río de los Dioses es un follón, sí, pero es un follón maravilloso.

Otra obra del siglo XXI que me encanta es Accelerando (Charles Stross, 2005), quizá mi favorita de las últimas dos décadas. Otro escritor británico, otro fix-up.

Hay novelas que manejan material especulativo como para escribir cinco o diez más. Accelerando es una de ellas. Esta es una de las cosas que más me atraen de la ciencia ficción: la audacia conceptual. Meter un montón de ideas alucinantes en una coctelera literaria y menearla «con alegre desparpajo», como decía el blurb de The Library Journal sobre Accelerando.

Me encanta sentirme arrollado mentalmente, que me secuestren de la realidad suspendiendo mi incredulidad y me vuelen la cabeza saturando mi sentido de la maravilla. En una palabra, flipar.

Recuerdo la primera vez que sentí la emoción de experimentar una gran avalancha imaginativa echándose sobre mi cerebro; fue con La Voz de su Amo, de Stanislaw Lem, que sigue siendo una de mis novelas predilectas desde que la leí allá por 1992.

Muchas de mis favoritas comparten esto, ya digo. Cismatrix (Sterling) e ...Y mañana serán clones (Varley) son así y, si no fuera por lo que ya he explicado, seguramente estarían entre ellas. Ya he hablado de Diáspora y Ciudad Permutación (Egan), otras que tal bailan, y de El río de los dioses (McDonald). Pensad en Flebas y Excesión (Banks) también lo tienen. Desbordan «cienciaficcina», esa sustancia misteriosa repleta de imaginación y especulación que da al género su sabor particular.

El despendole inventivo de Accelerando es impresionante. En 2005, cuando salió (o, mejor dicho, cuando su autor la liberó, porque la compartió gratis en Internet), Stross llevaba un lustro fermentando, en una serie de cuentos, las nociones que acabaría mezclando y sirviendo en la novela. Y vaya mezcla le salió.

Sus temas principales son la singularidad tecnológica y la transhumanidad, en una aventura que parte de lo individual para ir desarrollándose a escala cósmica. Otra coincidencia con otros autores que me entusiasman: Stross piensa a lo grande.

Es compleja, es profunda y, encima, es una novela de aventuras de lo más entretenida.

Con algunas dudas, estuve a punto de meter esta obra en mi Top Five. Quizá Accelerando no concite demasiado consenso, pero (again) esta lista va de novelas que me molan a mí. Al final, me ha dado más satisfacción que otras quizá de más enjundia como Anatema (Neal Stephenson, 2008), La chica mecánica (Paolo Bacigalupi, 2009) o Embassytown: La Ciudad Embajada (China Miéville, 2011) o, incluso, El Río de los Dioses.

¿Más que Invernáculo? Creo que sí. ¿Más que Ciudad Permutación? Por ahí le anda. ¿Más que Excesión? Sinceramente, no.

No creo que os sorprenda, después de haberla mencionado varias veces, y menos si me habéis leído en Facebook. Al final he cedido a la tentación, a costa de repetir autor, y he colocado a Excesión en mi Top Five.


Ya he explicado algunas cosas que me gusta encontrar en una novela de ciencia ficción. Sé lo que me gusta y nunca me canso de ello. Un ejemplo de esto es lo bien que me lo he pasado este año leyendo los diarios de Matabot/Murderbot de Martha Wells; no se me han hecho cansinos en ningún momento. Si algo me gusta, quiero más. Y un escritor que me proporcionaba regularmente buena mercancía era Iain Menzies Banks. Desgraciadamente falleció en 2013, víctima de un raro cáncer de vesícula, y me quedé sin suministro.

Después de las tres primeras novelas de su serie de La Cultura, que fueron publicadas en España por Martínez Roca, Excesión y otras novelas de Banks fueron editadas por La Factoría de Ideas, también conocida como La Fechoría en ciertos círculos, una empresa editorial (EMHO) muy poco seria. A menudo encontramos en sus libros algo que lamentar y, desde luego, este no es una excepción. Aunque tampoco es que las ediciones de Martínez Roca fueran maravillosas, la verdad. Recuerdo un fallo muy gordo justo al principio de Pensad en Flebas que... Bueno, vamos a dejarlo, que ahora no toca.

Como muestra, un botón: En 2010, durante una de mis numerosas relecturas de Excesión, me di cuenta de que se había traducido a partir de un escaneo pirata de la edición original, con erratas de OCR y fallos de maquetación, de un aficionado que se hacía llamar “HugHug”. [Gracias, “HugHug”, que el Monstruo de Espagueti Volador te conserve los ojos (en un tarro con formol, después de arrancártelos con una cuchara)]. Naturalmente, tratándose de una edición de La Factoría de Ideas, los errores de “HugHug” pasaron a la traducción. ¡Vaya tela!

Excesión ya es bastante complicada como para, encima, dificultar más su lectura con la inclusión de errores heredados de un OCR mal hecho, con una maquetación incorrecta y, para más INRI, incómoda de leer, mal diseñada: caja demasiado grande, cuerpo de letra demasiado pequeño... Me entristece que una novela tan estupenda haya sufrido semejante maltrato. Todo por ahorrarse pasta, sobre todo en el papel, que encima es pésimo, bajando de las 450 páginas de la edición original hasta las 350, y eso que los textos en inglés suelen “engordar” al ser traducidos al castellano. Traducción, por otra parte, que no está mal pero podría haberse beneficiado de una buena corrección.

Chapuzas así han sido habituales en La Factoría de Ideas, casi marca de la casa. Recuerdo un caso especialmente sangrante: Galveston, la obra maestra de Sean Stewart ganadora del World Fantasy Award, que la descuidada edición de esta editorial devaluó en gran medida, convirtiéndola prácticamente en un bodrio plagado de erratas y mal escrito. La calidad literaria de la traducción desmerecía mucho la del original y resultaba evidente que no había pasado por el más mínimo filtro profesional (corrección de estilo, ortotipográfica, etc.) que cabe esperar de una editorial seria. Una verdadera lástima.

Por otra parte, tropelías como esas fueron las que me animaron, en buena medida, a leer en inglés (una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida). Otro de los motivos de peso fue, precisamente, poder disfrutar de las novelas de Banks que su muerte había dejado sin publicar en España (obras que, a día de hoy, siguen inéditas en nuestro idioma). Para este comentario he querido volver a la edición española y me ha sido imposible; ya solo ver de nuevo la anchura de la caja de texto, con ese cuerpo de letra minúsculo que hace de cada línea un sufrimiento interminable, me ha disuadido y me ha impulsado a releerlo en su versión original, con lo que gana muchos puntos.

Excesión es una novela exigente. En mi primera lectura no me enteré de la misa ni la mitad, pero no fue culpa del libro (bueno, un poco sí, por lo que ya he comentado; quiero decir que no fue culpa de Banks, sino mía); iba desprevenido y me la pegué. He visto por ahí críticas de que es «un lío»; en realidad no es así ni mucho menos. Tiene una estructura perfecta. Simplemente, hay que estar atento, porque tiene muchísimos detalles, la trama es compleja, tiene muchos personajes y te puedes perder.

No me pasó como con Diáspora, que me resultó difícil de leer solo al principio. Excesión se me resistió todo el rato. Cuando pasé la última página, me quedé algo confuso, con la sensación de haberme perdido muchas cosas. Seguro que la edición tuvo algo que ver en eso, porque la maquetación convierte la lectura de esta novela en una actividad más ardua de lo necesario, pero más tarde me di cuenta de que quizá no la había encarado de la manera más adecuada.

Tuve una reacción parecida después de ver Primer, la película de Shane Carruth sobre viajes en el tiempo, ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cine de Sundance de 2004. En 2008, el crítico Mike D'Angelo escribió en la revista Esquire: «cualquiera que se jacte de entender completamente lo que está pasando en Primer después de verla solo una vez, es un superdotado o un mentiroso». No intento compararlas; la trama de Excesión es enrevesada, pero no tanto. Solo trato de transmitir mi perplejidad después de leerla.

En un principio eché la culpa a la novela. Pero luego me percaté de que, sencillamente, no la había leído bien. Excesión no es la típica space opera llena de batallitas que puedes devorar pasando páginas a toda velocidad y sin pensar. No digo que ese tipo de historia no me mole, ojo; me lo he pasado pipa leyendo series enteras en ese plan como la Saga de Chanur (de la gran C. J. Cherryh), pero esto es otra cosa.

Banks me había pillado desprevenido. Tal vez esperaba algo en la línea de otras obras suyas de ciencia ficción, más asequibles, claras y directas, como mi adorada Pensad en Flebas (para mí, como digo siempre, la space opera definitiva), o El jugador (1988). Fue un error por mi parte. Excesión es una novela sofisticada, para paladares exigentes, un poco en la línea de la aclamada (y, para mí, lo reconozco, no muy satisfactoria) El uso de las armas (1990), pero más refinada, y se merece paladearla y disfrutarla despacito.

Con cada relectura, mi opinión sobre Excesión ha ido mejorando en progresión geométrica.

Así, mi Top Five queda, por ahora, como sigue:

  1. «Pensad en Flebas» (Consider Phlebas), de Iain M. Banks (1987).
  2. «Diáspora» (Diaspora), de Greg Egan (1997).
  3. «Excesión» (Excession), de Iain M. Banks (1996).
  4. «Vurt», de Jeff Noon (1993).
  5. «La mano izquierda de la oscuridad» (The Left Hand of Darkness), de Ursula K. Le Guin (1969).

Ojo, repito una vez más: no son las cinco mejores, sino las que más me han gustado hasta el momento. Y ojalá la lista cambie otra vez, más pronto que tarde; eso implicará haber disfrutado con la lectura de más obras maestras de mi género preferido. Sigue siendo una lista bastante viejuna; la novela más reciente tiene 25 años. Seguro que hay por ahí un montón de ellas capaces de desbancarlas, o eso espero.

domingo, 20 de noviembre de 2022

S·T·T·L, Greg Bear (1951-2022)

Ha fallecido Greg Bear, (1951-2022) autor de cuarenta novelas entre las que me apetece destacar "Música en la sangre" (ganadora del Hugo y el Nebula) y, sobre todo, la trilogía de Thistledown (t.c.c. "La Vía") formada por "Eon", "Legado" y "Eternidad" (1988-1999), que es una de mis trilogías favoritas de ciencia ficción. Casado con Astrid Anderson, la hija de Poul Anderson, fue muy activo en el fandom estadounidense; fue uno de los fundadores de la famosa Comic-Con de San Diego en 1970 y también fue miembro fundador de la ASFA, la Asociación de Artistas de Ciencia Ficción y Fantasía. También presidió la SFWA, la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de América. Era reconocido en el fandom como una de las «Tres Bes» de la ciencia ficción en los años ochenta y noventa, junto a Gregory Benford y David Brin. Tenía 71 años.

S·T·T·L, Greg Bear.

domingo, 25 de septiembre de 2022

«Pantheon» mola.

Mi antídoto contra el intenso aburrimiento que me provocan Andor, House of the Dragon y The Rings of Power. No tenía muchas ganas de ver otra serie de animación, porque vengo de acabar unas cuantas, pero la historia (basada en relatos de Ken Liu) es cojonuda, el guion mantiene un interés constante, con buen pulso y una narrativa coherente... En fin, que los guionistas de los mentados peñazos podrían aprender mucho de "Pantheon".

martes, 13 de septiembre de 2022

S·T·T·L, Jean-Luc Godard (1930-2022).

Ha fallecido Jean-Luc Godard, el director de Alphaville (1965), entre otras muchas películas. Fue uno de los padres de la Nouvelle Vague, la Nueva Ola del cine francés, que en su momento supuso toda una revolución cinematográfica. Tenía 91 años de edad.

La última temporada de la serie Westworld maneja una idea muy parecida a la que se expone en Alphaville, por cierto. Si no habéis visto la película de Godard, es un buen momento para hacerlo.

viernes, 15 de julio de 2022

«Los diarios de Matabot», de Martha Wells

Ayer terminé de leer la serie de los "Diarios de Matabot" ("The Murderbot Diaries"). De lo más entretenida y adictiva para un amante de la space opera movidita como soy yo. Todo en poco más de un mes.

Tengo la suerte de leer en inglés (aunque, en realidad, la suerte tiene poco que ver; es el fruto de un empeño por no perderme cosas) y he podido abarcar todo el ciclo, más allá de las dos primeras novelas cortas que se han traducido al castellano, Sistemas críticos (All Systems Red, 2017, ganadora del Hugo, el Nebula y el Locus) y Condición artificial (Artificial Condition, 2018, ganadora del Hugo y el Locus, finalista del Nebula), ambos en la colección Alethé de La Esfera de los Libros.

Algunos lectores me han comentado que la serie se les hizo algo repetitiva. Puede que tengan razón, pero a mí no me importa que me sirvan todo el rato lo mismo siempre que sea de mi agrado. Cuando algo me mola, quiero más y no suelo aburrirme.

Conste que la última entrega (por ahora), "Fugitive Telemetry", es mejor leerla antes de la novela "Network Effect", que la mayoría de listas de orden de lectura son copias unas de otras y están mal.


Nota adicional: En las semanas siguientes a la publicación de esta entrada, me leí sus novelas de fantasía ambientadas en el ficticio país de Ile-Rien, El fuego elemental y La muerte del nigromante y me gustaron bastante también, aunque debo reconocer que disfruté más con las aventuras de Matabot.

lunes, 13 de junio de 2022

«After Yang», Kogonada, 2021

El segundo largometraje de Kogonada después de la película que lo dio a conocer, la interesante "Columbus" (2017), es de ciencia ficción.

"After Yang" (2021) es la historia de una familia cuyo robot doméstico, un androide con una IA avanzada, deja repentinamente de funcionar. El guion está basado en un relato de Alexander Weinstein, “Saying Goodbye to Yang”, que encabeza su antología "Children of the New World".

La película cuenta con las actuaciones de Colin Farrell, Jodie Turner-Smith y Justin H. Min.

No conocía a Weinstein y, después de leer una entrevista que le hicieron en "Lightspeed", me ha intrigado bastante, así que pienso leerme la susodicha antología próximamente. Ya os contaré.

De momento, esta película me ha parecido muy bonita, aunque quizá aburra a quien no esté acostumbrado a según qué ritmos. Es un cuento, pero necesita ese tiempo y ese "tempo" para soltarnos la historia de Yang, poco a poco, sin prisas inoportunas.

martes, 24 de mayo de 2022

«Love, Death and Robots», tercera temporada

Bueno, pues ya he visto la tercera temporada de Love, Death and Robots y he decir que me ha gustado bastante más que la segunda, que me decepcionó. Ninguno de los episodios me ha sobrado, aunque tampoco ninguno me ha parecido la repera. Los de comedia me han hecho gracia y los de terror me han... Bueno, me han entretenido, porque para que una ficción me dé algo de canguelo tiene que ser perturbadora e inquietante de cojones, la verdad, y el gore me hace reír más que otra cosa. Los episodios de ciencia ficción, muy correctos. Todo de calidad bastante regular, en el buen sentido, todo muy potable; sobresaliente en el aspecto técnico, eso sí.

En la imagen, fotograma del último episodio (y, para mí, el mejor), Jíbaro, una fantasía sin diálogos (no se echan nada de menos) pero con mucho arte, dirigida por el español Alberto Mielgo, que ya participó en la primera temporada con The Witness. Mielgo ganó el Oscar al mejor cortometraje animado en 2022 por El limpiaparabrisas.

miércoles, 4 de mayo de 2022

Frikisubastas (7): Portada de Frank Brunner para el número 1 de «Doctor Strange» (Marvel, 1974)

El original de esta portada de Frank Brunner para el número 1 de Doctor Strange (Marvel, 1974) se vendió en una subasta de la casa Heritage, el 18 de noviembre de 2021, por la “pequeña” suma de 408 000 dólares. (Imagen retocada).

viernes, 8 de abril de 2022

«Invernáculo», de Brian W. Aldiss (1962)

Invernáculo (Hothouse, 1962) es un fix-up compuesto por cinco relatos (cuentos largos o novelettes) publicados en The Magazine of Fantasy & Science Fiction. Curiosamente, fueron premiados con el Hugo a «mejor ficción corta» en su conjunto (entre 1960 y 1966, el premio cambió de «mejor historia corta» a ese formato). Yo lo cuento como si le hubieran dado el Hugo a la mejor novela (que ese año ganó Heinlein con Forastero en tierra extraña).

El autor sitúa la acción en un remotísimo futuro, en una Tierra salvaje cuyas formas de vida (humanidad incluida) han evolucionado a formas completamente diferentes de las actuales (en esta novela, los hombrecitos verdes somos nosotros, por la adaptación al medio vegetal circundante). El esfuerzo de imaginación de Aldiss es simplemente abrumador. La ecología que se curra, dominada casi absolutamente por el reino vegetal, es maravillosa. James Blish (autor de Un caso de conciencia, premio Hugo 1959) señaló una vez, un tanto contrariado, que la configuración del sistema Tierra-Luna-Sol que idea Aldiss no tenía sentido, pero ante una imagen como la que se nos describe, ¡a la porra la física!, ¿qué más da? Así que la novela tiene fallos científicos, de acuerdo. Pero es por un buen motivo: así mola mucho más.

La leí hace casi veinte años y todavía recuerdo lo que sentía haciéndolo, algo muy poco habitual en mí (no tengo muy buena memoria emocional). Aventura, tragedia, imaginación, seres inteligentes no humanos (no los puedo llamar alienígenas porque son terrestres, al fin y al cabo), un toque de melancólico patetismo que siempre agradezco y un notable sentido de la maravilla son ingredientes que también están presentes en Invernáculo. Una de las mejores novelas de ciencia ficción de Brian W. Aldiss, que estuvo hasta hace muy poco tiempo en mi Top Five.

Ilustración de Tim White para Hothouse, 1962.

jueves, 31 de marzo de 2022

«M, el vampiro de Düsseldorf», Fritz Lang, 1931

M (M, el vampiro de Düsseldorf, 1931) es, para mí, la película más importante de Fritz Lang de su etapa alemana, antes de que el auge del nazismo lo obligase a emigrar a los EEUU. Más que Metrópolis. El propio Lang opinaba lo mismo, por cierto.

Inspirada en hechos reales, estaba protagonizada por el gran Peter Lorre, que también abandonó Alemania por el mismo motivo: evitar ser asesinado por los genocidas nazis. En M interpretaba a un asesino en serie. El gran éxito de la película lo catapultó en su carrera, pero también influyó en que los directores lo encasillaran en papeles de villano.

M fue la primera película sonora de Lang. Ojo, estamos hablando de 1931, solo cuatro años después del primer largometraje comercial con sonido sincronizado. A pesar de su antigüedad, es un thriller policiaco hecho y derecho, en el que Lang se empleó a fondo con una serie de innovaciones artísticas y técnicas, en la construcción del guión y en la realización, que le dan un aire intemporal. Es literalmente una obra maestra, porque enseñó a otros directores una serie de recursos que se utilizarían a partir de entonces en cientos de películas del mismo género (y en el cine en general).

Curiosamente, descubrí M muy jovencito, con 16 años, durante mi estancia en Gijón, en la biblioteca de la Universidad Laboral, que a mediados de los años 80 era un Centro de Enseñanzas Integradas. El CEI de Gijón participaba en el programa experimental de Reforma de las Enseñanzas Medias que condujo al cambio de BUP y COU por el modelo actual de bachillerato. Yo era uno de los ratones del experimento.

De adolescente, era un lector voraz. No os podéis imaginar cuánto. Leía a todas horas. Hurgando en el archivo de la biblioteca de la Laboral, di con una edición del guión de la película. Era el primero que leía, y lo hice con mucho detenimiento. Más de una vez. Así que lo recuerdo bastante bien.

Tardé muchos años en poder disfrutar de la visión de M y os aseguro que lo disfruté una barbaridad. A día de hoy sigue siendo una de mis películas favoritas.