martes, 24 de julio de 2007

Kim Newman y su abuso del cameo en «El sanguinario Barón Rojo»

☆½

En Gijón, durante la pasada AsturCon, logré depredar unos cuantos libros de segunda mano a un precio casi razonable. Uno de ellos, El sanguinario Barón Rojo (de Kim Newman, autor de El año de Drácula, con la que está relacionada), lo compré convencido por Ricardo Manzanaro que, ante mis dudas, me aseguró que no estaba mal.

Las historias de vampiros, sobre todo si media un tratamiento moderno, me suelen atraer. Ahí están El ansia, de Whitley Strieber, las primeras Crónicas Vampíricas de Anne Rice, Sueño del Fevre, de George R. R. Martin, El misterio de Salem’s Lot, de Stephen King... Y otras menos populares pero excelentes como la fascinante La fase del rubí, de la valenciana Pilar Pedraza, interesante autora a quien el fandom patrio, desgraciadamente, no ha prestado la atención que merece.

También me he llevado chascos desagradables, claro, como las nauseabundas secuelas y precuelas de Entrevista con un vampiro (excepto Lestat, el vampiro y, con muchas reservas, La reina de los condenados) o la bazofia esa de Laurell K. Hamilton Placeres prohibidos (ya estaba avisado trs hojear la adaptación al cómic, pero me pudo la curiosidad), una caca de vaca empalada en una estaca, oda a la pose hortera y la chulería yanqui más casposa y rancia, más propia de las peores teleseries de los ochenta que de una obra literaria.

No tenía El año de Drácula en mi biblioteca, pero tenía antojo de vampiros, así que la cargué en mi estupendísima Palm T|X... y me la leí de un tirón. Es una novela muy entretenida. La verdad es que me gustó bastante. No es una obra maestra ni falta que le hace; le basta con ser ingeniosa y dar una vuelta de tuerca original al pastiche decimonónico, con una mezcla de personajes que recuerda a obras como La Liga de los Caballeros Extraordinarios, el estupendo cómic guionizado por Alan Moore.

La cosa es que, si en la primera novela aparecían varios personajes clásicos de muchos autores diferentes haciendo “cameos” o, incluso, con cierto protagonismo, y se agradecía, en la continuación se abusa tanto de este recurso que llega a cansar. Sale hasta el apuntador; ya en la página 100 parece que ningún personaje del fantástico decimonónico puede haberse quedado fuera, pero el desfile sigue y sigue. Lo que en El año de Drácula hacía gracia, en El sanguinario Barón Rojo llega a fastidiar y a estorbar. Newman introduce en la historia a estos personajes, la mayoría de las veces, por puro capricho, a veces con calzador, convirtiendo su novela en una especie de "Torrente III" con vampiros.

Una cosa es dar unos toques para ambientar y rendir pleitesía a los ídolos, y otra es lo que hace Newman en El sanguinario Barón Rojo. Es como esos que tienen la suerte de poder casarse en una preciosa catedral gótica y se lían a atiborrarla de lazos de falso satén rosa con flores de plástico para “adornarla”.

Sirva como ejemplo de lo que no se debe hacer cuando se decide recurrir a este tipo de homenajes.

2 comentarios:

  1. Coincido en todo contigo. "El año de Drácula" me pareció muy buena (tanto que hasta me extrañó que la publicara Timun Mas ;-) ) e igualmente me pareció excelente la inclusión y tratamiento de los personajes "robados" de otras obras, por no mencionar la vuelta de tuerca que se le da a toda la trama del verdadero Jack el Destripador. Sin embargo en "El sanguinario barón rojo" me pareció excesiva y forzada la aparición de tanto personaje.

    Por cierto, una pregunta: cuando Edgar Allan Poe está esperando en Berlín a ser recibido por no recuerdo muy bien quién (me lo leí hace muchos años ya) justo antes de que le hagan el encargo de la obra que tiene que escribir, en la antecámara junto a él hay un soldado alemán. ¿Reconociste a ese soldado? ;-)

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  2. ¿El soldado herido que tenía que entregar un despacho a Mabuse? Pues la verdad es que no, ni me sonaba el nombre. Sólo lo he sabido después de investigar un poco. Ays, qué incultura la mía...

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