miércoles, 17 de agosto de 2005

«Slan», de Alfred Elton Van Vogt


No soy muy dado a comentar libros. Me gustaría hacerlo más a menudo, pero me puede la holgazanería.

Es todo un arte, el del coemntario literario, casi tan poco reconocido como el de escribir textos de contracubierta (esa parte del libro que mucha gente llama, erróneamente, contraportada). Aprovecho, por cierto, para enseñaros dos ejemplos de mi cosecha:

El proceso, de Franz Kafka (☆☆☆☆)

El universo literario de Kafka es una pesadilla de frustración eterna e insoslayable. Como todos, Joseph K desea algo, pero nunca obtiene nada. Está condenado al fracaso. Consciente de ello, pide el indulto y le es negado. Toda aspiración es inútil. Alrededor de este hecho central, único seguro e inmutable, gira vertiginosamente, en una brumosa espiral, en un maelstrom de irrealidad tangible, hipérbole metafórica de la estupidez humana y de lo absurdo de la realidad vivida, como en una rueca enloquecida, personajes y situaciones rocambolescas, hilos entramados en un tapiz que nos muestra la futilidad de una lucha predestinada al fracaso.


Los amantes, de Philip J. Farmer (☆☆☆½)

Los amantes es una curiosa historia de amor, un canto al poder de las feromonas, en cierto modo, pero no solamente eso; la moderna mente romántica trascenderá sin dificultad el añejo aroma escandaloso de esta novela para extraer de su narración el placer de comprobar que, como siempre, el amor sale victorioso. Pero el amor no deja de ser un instrumento de la Naturaleza para extender la vida, verdadera vencedora, como Farmer demuestra en un hábil giro final que va preparando con maestría a lo largo de la narración, haciéndoselo ver al lector con diáfana claridad. En mi opinión, una hazaña minusvalorada.

Lo malo es cuando estos textos te los pide un amigo para presentar un libro. ¿Qué pasa si no te ha entusiasmado precisamente? Pues finges que te ha encantado. :-)) Tiene más arte que limitarse a explicar tu opinión, te obliga a ser creativo. :-)))


ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE "SLAN", DE A. E. VAN VOGT,
por Jean Mallart.

☆☆½

Nunca había leído nada de Alfred Elton Van Vogt, aunque sabía de él y de sus obras por referencias. Durante años, mi único libro de este autor, una edición francesa de El imperio del átomo, ha esperado en el penúltimo puesto de The Pila (junto con Los siete anillos de Rhea de Richard Bessière, que ocupa el último lugar). Pero, gracias a la iniciativa de diaspar, a quien Santo Tomás Moro guarde, he tenido la oportunidad de leer su estupenda Slan.

Parece increíble que esta obra fuera escrita en 1940; no da esa impresión. Aunque comparte con la literatura de la época (la “época dorada” de la ciencia ficción) muchas características, como es natural, es una historia muy moderna; tanto en su temática como en el estilo de la narración. Han pasado sesenta y cinco años, pero ha envejecido estupendamente. Es una novela llena de oficio, fácil de leer y muy entretenida... La acción se desarrolla de manera trepidante, manteniendo el suspense en todo momento, a través de una compleja trama de secretos y misterios que incitan al lector a seguir leyendo para descubrirlos. Y, además, tiene “mensaje”. ¿Qué más se puede pedir?

Bueno; se podría pedir que no compartiera con la literatura de la época tantas características... digamos “negativas”. Algunas de las explicaciones teóricas y técnico-científicas de Van Vogt son, por decirlo suavemente, un poco ridículas; sus referencias a la entonces incipiente teoría atómica, por ejemplo, son sumamente ingenuas (por no hablar de la propia telepatía). La narración, un tanto atropellada, pasa con vehemencia de una escena a otra, dejándose bastantes cabos sueltos, y tiene un aire de novela juvenil que, aunque personalmente no me molesta, puede irritar al lector más exigente.

Pero estos “defectos”, tan típicos de la Edad de Oro del género, dotan a la novela de un encanto especial, de una pintoresca cualidad. Personalmente, me encanta el sabor añejo de Slan.

Con un estilo directo y sin florituras ni excesivas intelectualidades, explicando con cruda franqueza y claridad las acciones, motivaciones y sentimientos de los personajes, Van Vogt nos cuenta la historia de Jommy Cross, un niño huérfano de nueve años... pero no un niño cualquiera. Es un niño peligroso, miembro de una raza mutante de telépatas mentalmente superdotados creada por el genial genetista Samuel Lann... Los slans.

¿Cómo no identificarse con Jommy, solo en el mundo, odiado, oprimido y perseguido por “gente inferior”, de baja estofa, envidiosa y temerosa del poder de los slans? Pero ese pobre niño es una bomba de relojería andante... ¡Y cómo deseamos que estalle! Porque sabemos que, por su superior intelecto y sabiduría, merece un puesto eminente... Curiosa manera la de Van Vogt de jugar con los deseos y aspiraciones del propio lector. Sin duda esto tuvo que ver con el gran éxito de esta novela.

El tema de Slan es ya clásico. Son muchos los autores que han tratado la aparición de una raza de mutantes con poderes mentales y su relación con la humanidad “normal”: Henry Kuttner con Mutante, Alfred Bester con El hombre demolido, Philip K. Dick con Nuestros amigos de Frolik 8 o Ubik, o Robert Silverberg con Muero por dentro y, especialmente, su serie Tiempo de mutantes, escrita en colaboración con su esposa, Karen Haber. Incluso en el comic-book de superhéroes tenemos como paradigma del mutante al doctor Charles Xavier, un telépata empeñado en lograr la integración de los mutantes con la humanidad, y que lucha con otros mutantes que pretenden dominarla. (También en Slan hay un conflicto entre los propios mutantes, separados por la facultad telepática de los slans “verdaderos”.)

Es notable también el toque negro que acompaña a la narración, algo normal si tenemos en cuenta el enorme éxito que tenía en aquella época el género policiaco. Slan es, además, una novela política, como Dune (asimismo teñida por lo paranormal), aunque debemos reconocer que en la novela de Frank Herbert los acontecimientos de esta índole están hilvanados con más sutileza y habilidad, o como Nuestros amigos de Frolik 8, de Dick, en las que se exploran con mayor o menor profundidad las consecuencias políticas de la existencia de personas con poderes paranormales (la ya mencionada serie Tiempo de mutantes del matrimonio Silverberg es un buen ejemplo de ello).

Slan tiene a veces la belleza de lo indelicado, de lo exagerado y radical, cierta bestialidad, cierta cualidad áspera que la hace atractiva, a pesar de sus defectos formales..., y así es como pienso que debe disfrutarse, sin “comerse la cabeza”... Al fin y al cabo, nosotros no somos slans.

2 comentarios:

  1. Ya lo creo, lo dificil es escribir reseñas y señalar lo positivo en un libro donde lo único que nos ha gustado es que por fin llegamos al fin. La creatividad en esos casos va de la mano con lo político, mano izquierda, claro está.

    Por cierto, un gusto leer tu blog.

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  2. Errantus Aquila escribió:
    > por cierto, un gusto leer tu
    > blog.

    Igualmente. ;-))

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