martes, 20 de septiembre de 2005

Tiempo de cambios: crisis sociopolíticas y literatura de género (III)


La victoria de la evasión

Igual son figuraciones mías, pero los periodos de auge de la literatura de fantasía frente a otros géneros (y la paralela tendencia a incluir abundantes elementos de fantasía propiamente dicha en historias de ciencia ficción) parecen coincidir aproximadamente con momentos de crisis política o social a nivel internacional, especialmente las que afectan a EE.UU (principal país productor de este tipo de literatura) y los países occidentales.

Me refiero a cierto estilo de escribir ficción fantástica, un estilo que se ha puesto de moda varias veces en tiempos de tribulación, un estilo blando y suave, con dragones buenos, personajes que sueñan con ser delfines, brujas concienciadas, héroes ecológicos y demás mariconadas. :-)) Yo lo llamo “estilo mimosín”. :-)))

Hoy la ciencia ficción, más que “blanda”, es blandengue. Pero ya fue así antes.

Recordemos el periodo 1975-1985. El tipo de literatura fantástica que “mola” ahora en EE.UU. y que empieza a colarse aquí en las colecciones “serias” es el mismo que “molaba” entonces, pura evasión fantasiosa, a poder ser optimista, políticamente correcta y sin comeduras de tarro. Ciencia ficción blandengue con extraterrestres encantadores y niños responsables cogiditos de la mano y fantasía tonta para todos los públicos. Hasta las historias de terror daban más risa que miedo.

Aquello sucedió en EE.UU. bajo unas condiciones determinadas: crisis del programa espacial, crisis política internacional, guerra y crisis económica, bajo el gobierno de un presidente republicano especialmente... “especial”. ¿Os suena de algo?


2001, una odisea en el estercolero

2001 fue el año que dio comienzo no sólo a un nuevo milenio, sino a una etapa de continua inquietud internacional que aún no ha cesado, marcada por el terrorismo y la guerra, problemas agravados por la nefasta política de George Bush y sus aliados y que están afectando seria y negativamente a la economía y al bienestar de las personas en todo el mundo, por no hablar de sus derechos como ciudadanos, restrigidos en cierta medida en aras de la seguridad.

En 2001, el Hugo y el Nebula, principales galardones de la literatura fantástica norteamericana, tocaron fondo.

¿Casualidad? Posiblemente.

Mucha gente se sorprendió cuando le dieron el Hugo y el Nebula a Gaiman por American Gods en 2002. La novela no está mal, pero... jo, ¿no había libros mejores?

Bueno, ¡qué mala memoria! American Gods es una obra maestra al lado de los petardos que premiaron en 2001. El Nebula a la mejor novela se lo llevó una caca espantosa de Catherine Asaro titulada Rosa cuántica (yo la llamo Rosa emética), enésima de una serie de pasteles insufribles que podemos etiquetar como “space opera rosa”. Y del que ganó el Hugo basta con decir el título: Harry Potter y el cáliz de fuego.

—Toma castaña. ¡Le ganó a Tormenta de espadas!
—¡Harry Potter? ¡Amos, anda, no me jodas...! ¡Te lo estás inventando!
—¡Que no, que no! Que ha ganado el Hugo, tío.
—No puede ser. ¿En serio?
—En serio.
—...
—...
—Qué cabroncete. Casi me lo creo.
—¡Te juro que es verdad!

Escritores mediocres pero astutos o mercenarios sin escrúpulos a la hora de prostituir su talento producen sin cesar la literatura-soma que más halaga las fantasías masturbatorias de millones de lectores ávidos por evadirse de la miseria moral que los rodea... Entre ellos se reparte el 90% no ya del volumen del género, como especulaba Sturgeon, sino del volumen del negocio generado. Hacía mucho tiempo que la porquería no se vendía tan bien. Y nunca recibió mayores halagos.

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