- m. Género de cómic de origen japonés, de dibujos sencillos, en el que predominan los argumentos eróticos, violentos y fantásticos.
- adj. Perteneciente o relativo al manga. Videos, estética manga.
PFFT × 10 = PFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFT
Podría verificarse a través de muchos otros ejemplos que Julio Verne ha sido, como pretende Pierre Louys, un «revolucionario subterráneo»; pero entonces, cómo no recordar de inmediato al prefacio que Nietzsche escribió en 1886 para la edición de Aurora: «En este libro se encontrará un hombre “subterráneo”, un hombre que perfora, roe y cava». Y la hipótesis se verá justificada cuando, un poco más adelante, Nietzsche, empleando términos que recuerdan los de Pierre Louys, habla de su “inflexibilidad” y de «cosas que, siéndole propias, están escondidas y resultan enigmáticas». Ahora bien, desde el momento en que se formula la pregunta: «¿Julio Verne, Nietzsche?», se ven de inmediato surgir toda clase de coincidencias, correlaciones y aun de influencias directas.Marcel Moré, «Un revolucionario subterráneo», en Cahier de LArc 29, 1966, número especial dedicado a Jules Verne, traducción de Noe Jitrik (Verne: un revolucionario subterráneo, Paidós, Buenos Aires, 1968).

A pesar de las apariencias externas, esto no es una novela de Isaac Asimov; ni siquiera es una antología de cuentos de Asimov. Se le atribuye el libro en la cubierta (bueno, se atribuye a un tal Isaac A. Asimov; la inicial del medio se la sacaron de la manga, claro) pero no es más que una triquiñuela comercial para engañar al comprador impulsivo. O sea, otro timo.El otro día, sábado 9 de junio, fue el cumpleaños de Joe Haldeman (autor del clásico de la ciencia ficción «La guerra interminable») y me acordé de la conversación que tuve la suerte de tener con él en Gijón hace unos años, durante la Semana Negra. Hablamos un rato de su amigo Jack Williamson, que entonces era el decano indiscutido de la ciencia ficción norteamericana, ya que yo iba disfrazado de un personaje suyo (estábamos en una fiesta de disfraces y, ¡sorpresa!, soy un friki y a veces me disfrazo de legionario del espacio y cosas así). De Jack Williamson es uno de mis relatos favoritos de ciencia ficción: «De brazos cruzados» (1948), del que también hablamos un rato.
Pensando en lo bueno que es «De brazos cruzados», se me ha ocurrido hacer un Top Five de cuentos largos de ciencia ficción, lo que los anglosajones llaman novelettes. Es un formato al que no estoy muy habituado, pero creo que después de los novelones que me he tragado últimamente, es hora de cambiar.
Tengo cientos de relatos en casa sin leer, a montones. Los evité durante años, deliberadamente, esperando que algún día llegaría a cansarme de leer novelas-río y sagas interminables. Hice bien, porque gracias a eso dispongo de material de sobra para contentar mi afición sin empacharme, hasta que vuelva a apetecerme leerme un tocho gordo.
En general, el formato al que me refiero es el americano novelette, entre 7500 y 17500 palabras. Según el método Edu (de Eduardo Vaquerizo, que fue quien me lo enseñó), para «De brazos cruzados» me salen unas 15.000 palabras. Es fácil calcularlo; sólo hay que multiplicar el número de páginas del libro que ocupa el relato por 300. Para hacerse una idea va bastante bien.
Aunque «De brazos cruzados» me encanta, mi relato favorito de ciencia ficción en este formato es «El fantasma de Kansas», de John Varley, que tiene unas 40 páginas, o sea, unas 12.000 palabras. Es sencillamente genial. Todavía hoy en día pienso que Varley es el mejor cuentista que ha dado el género.
Los otros tres relatos son estos:
«Segunda variedad», de Philip K. Dick.
«La polilla lunar», de Jack Vance.
«Los reyes de la arena», de George R. R. Martin.
Debo aclarar que es mi Top Five. Ya he dicho que en los últimos años apenas he prestado atención a este formato, así que no me extrañaría encontrar varios igual de buenos en los próximos meses. No digo que estos cinco sean los mejores, pero sí, probablemente, los que más me han impactado (y, sin duda, los que recuerdo mejor).
Se me ocurren más relatos estupendos, como «No tengo boca y debo gritar», de Harlan Ellison, pero no se ajustan a las medidas estándar referidas arriba. Además, en varios casos, creo que si los leyera hoy no me gustarían tanto como hace veinte años. Por ejemplo, «La ciudad-máquina», de Walter M. Miller, Jr., que sí se ajusta al formato y me maravilló en su momento, no sé si habrá envejecido muy bien (ni me atrevo a comprobarlo). Por otra parte, algunos los tengo demasiado recientes para verlos con perspectiva, como los de Greg Egan o Ted Chiang que he leído en los últimos años (la abstinencia no ha sido total).
En próximas entradas hablaré un poco de cada cuento, y espero comentar muchos más este verano. De momento, os animo a soltarme vuestro Top Five de cuentos largos en los comentarios o en vuestros blogs. El mío, por ahora, queda así:
Como veis, ninguno tiene menos de 30 años. Menudo carcamal estoy hecho. :-D
Otra vileza editorial de Vértice. Esta edición, de tan infame y torpe, llega a indignar. Se trata del noveno volumen de la colección Galaxia. En su cubierta podemos leer: «Tres-X INFINITO». Y, debajo, «Ray Bradbury». Una mentira y media.
Hoy, en nuestra serie dedicada a las tropelías editoriales cometidas por Vértice en su colección Galaxia, nos ocupamos de «Navío estelar», número 17 de la misma, editado en 1964.
Seguimos con nuestro repaso al historial de engaños, triquiñuelas y comportamientos poco éticos de la editorial Vértice en su colección Galaxia, que llegó a una de sus cumbres con esta barrabasada en toda regla con la que, una vez más, trataron de timar a los lectores.
El historial editorial de Vértice en los años 60 está repleto de barbaridades, muchas de ellas cometidas en su colección Galaxia. Aquí os muestro uno de esos casos, inofensivo pero significativo (los hubo mucho peores): Un par del espacio. Es hasta gracioso.