¿Es la Criatura del doctor Frankenstein un ser humano reformado quirúrgicamente a partir de órganos humanos y devuelto a la vida por la ciencia médica, o es otra cosa?
En otras palabras: el posthumano, ¿es aún humano?, ¿ha dejado ya de serlo, o qué?
En el centro de toda la polémica transhumanista sobre la posthumanidad yace esta simple cuestión: ¿Qué es la humanidad? Pero no hay una sola respuesta.
Enseguida, al examinar el asunto desde una perspectiva antropológica (el primer paso a dar, según yo lo entiendo), surgen las primeras complicaciones. Por una parte, tenemos la humanidad como pertenencia a un género animal, Homo. Por otra parte, tenemos la humanidad como pertenencia a una especie animal concreta, Homo sapiens sapiens. Cuando uno se centra en esta segunda acepción, tiende a olvidarse de la primera y aparecen las confusiones: Si humanidad es pertenencia a la especie Homo sapiens sapiens, entonces, ¿acaso el Homo erectus no era humano? Para los antropólogos, que tienen en cuenta la primera acepción (al menos, la mayoría de ellos), los individuos pertenecientes a la especie Homo erectus eran humanos. Si la especie Homo sapiens sapiens es humana es, lógicamente, porque pertenece al género Homo. Pero el caso es que, actualmente, la especie Homo sapiens sapiens es la única especie humana existente; las otras están extintas, así que es fácil caer en el error de concebir la humanidad exclusivamente como pertenencia a esta especie.
Es un error muy extendido. En realidad es un error lógico, es decir, un sofisma, resultado de una premisa falsa. Sin meternos en temas de lógica cuantificacional, es fácil ver el fallo a que puede dar lugar esa premisa. Veamos… Aquí llega Aristóteles para echarnos una mano con el resumen del problema:
Todos los humanos son Homo sapiens sapiens…
¡Alto! Bueno, sí, actualmente eso es verdad. Pero no siempre lo ha sido, y eso es algo que nos conviene recordar.
Una especie que evolucione a partir de la nuestra, por anagénesis o por el mecanismo de especiación que sea, no será ya Homo sapiens sapiens, pero seguirá perteneciendo al mismo género y, por tanto, será humana.
Entonces, ¿a qué nos referimos con la palabra “posthumano”? ¿Tiene algún sentido referirnos a una nueva especie humana como posthumana? Desde el punto de vista antropológico, aparentemente no. Sin embargo…
Hay dos problemas principales, derivados de lo que los filósofos llaman “la naturaleza humana”, pero se pueden resumir en uno: la gente no se lo traga, se empecina en caer en el error.
En nuestra arrogancia, nos creemos prácticamente el colmo de la evolución, la etapa final. Homo sapiens sapiens, nuestra especie, es la única superviviente del género humano. Somos el humano definitivo, o eso creen muchos (posiblemente, la mayoría). Y, francamente, la antropología les da igual; no sólo somos humanos, somos los humanos, los de verdad; los otros eran sólo versiones beta. La humanidad que cuenta es la nuestra. Lo que venga después tendrá que buscarse su propia denominación; nadie nos va a “robar” lo que somos.
Para otros, por el contrario, ser humano no es gran cosa. Hay, incluso, quien se avergüenza de ello. Hemos manchado tanto el nombre de la humanidad con nuestros “pecados” que los seres del futuro no querrán tener nada que ver con ella. En su deseo de dejarnos atrás, de superarnos, renegarán de su pasado (como algunas personas, de hecho, reniegan ya de su presente). Nuestros sustitutos en la senda de la evolución, dicen, deberían ser mejores que nosotros, más que humanos.
Hay justificaciones para todos los gustos, pero al final, para todos los que, en el fondo, no acaban de asimilar que las personas pueden ser diferentes a nosotros sin dejar de ser humanas, la necesidad de encontrar un término para nuestros sucesores resulta imperiosa. De ahí la acuñación de esta palabra, “posthumanidad” (básicamente, lo que viene después de nosotros), que al final ha acabado abarcando un montón de conceptos.
Para aclararnos un poco, basta ver qué tenemos hoy los humanos y qué nos falta. Tenemos, por lo general, cinco dedos en cada mano. Pero podemos tener seis y no por eso dejamos de ser humanos, ¿no? Sobre esto hay un extendido consenso. La amputación de un miembro no nos hace menos humanos tampoco, ¿verdad? Verdad, acordaremos la mayoría. Los humanos tenemos inteligencia, pero a una persona con inteligencia reducida no dejamos de considerarla humana, ¿a que no? Pues no.
Sin embargo, siempre habrá quien ponga pegas.
Siempre hay una minoría que cree que humanos son sólo ellos y los que son como ellos. Con cinco dedos en cada mano y pie, por supuesto. Pero para cierto tipo de gente, eso no basta. Al fin y al cabo, también los simios tienen cinco dedos en cada mano y pie. El problema es que esas minorías siempre llevan los hechos diferenciales al extremo de considerarse humanos ellos solos. Así, para algunos, los humanos deben ser también altos, rubios y de piel blanquecina, por ejemplo. Para este tipo de minorías excluyentes, un mutante con seis dedos en cada mano se convierte automáticamente en un “fenómeno” o un “monstruo”. Y el Homo erectus, con sus cinco dedos en manos y pies, pero algo corto de entendederas, en un ser “subhumano”. Es el peligro de la estandarización. ¿Quiénes somos para definir qué es ser humano y qué no? ¡Eso es puro nazismo!
No es lo que tenemos (y otros no) lo que nos iguala como especie, sino lo que ninguno tenemos, lo que nunca hemos tenido. Ninguno tenemos agallas para respirar bajo el agua. Ninguno tenemos la capacidad de izar una roca de una tonelada sobre nuestras cabezas por nosotros mismos. Así que fabricamos herramientas, escafandras y grúas, que cualquiera con la adecuada formación puede utilizar.
Ahora bien, ¿y si unos lograran adquirir esas capacidades, sin necesidad de usar herramientas para respirar bajo el agua o levantar una tonelada? “Posthumanos”, “metahumanos”… Da igual. No dejan de ser simples etiquetas.
En el momento que un ser humano adquiere una capacidad física hasta entonces inexistente en la especie, la incorpora a la humanidad; no se excluye él de la especie, sino que la especie adquiere un rasgo nuevo. Esta es mi manera de verlo, al menos. Pero las etiquetas tienen su utilidad. Porque, claramente, hay una línea de separación entre el hombre que no era capaz de modificarse a sí mismo, dotándose de capacidades nuevas o superiores por medio de la tecnología, y el que sí. El hombre natural y el adulterado (es decir, en mayor o menor medida, artificial). Al hombre fruto de ese cambio, de esa tecnología, lo llamo posthumano. Por convención. Podría llamarlo de otra manera; “neohumano”, “Homo sapiens novus”, por ejemplo. ¿Pero para qué, si ya existe ese otro término sobre el que ya hay tanto consenso?
Homo excelsior
Transhumanidad y posthumanidad en la CF (I)
Transhumanidad y posthumanidad en la CF (II)
Transhumanidad y posthumanidad en la CF (III)
Transhumanidad y posthumanidad en la CF (IV)
Sobre «Transhumanidad y posthumanidad en la CF»
Transhumanidad y posthumanidad en la CF (V)
No hay comentarios:
Publicar un comentario